No somos croquetas de jamón (y no podemos gustar a todo el mundo)
En el mundo actual, gobernado por filtros emocionales y “ofendiditos”, hay una presión constante: gustar. Ser aceptados. Encajar.
Pero una verdad irrebatible es que no somos croquetas de jamón: esas sí gustan siempre. Nosotros no. Y no pasa nada.
Intentar gustar a todo el mundo es el camino más rápido para perderse. Dejarnos definir por el gusto ajeno nos convierte en versiones domesticadas de lo que somos.
Y precisamente lo que necesitamos es autenticidad, incluso si eso significa incomodar… o no gustar.
Los “ofendiditos” y la epidemia de lo prohibido
Hay una nueva generación escudriñadora del lenguaje, del humor, del arte: la crítica instantánea, la denuncia al mínimo guion que no encaje. No busquemos transgresión: aquí basta con mencionar algo por pura inercia para que salten los linchadores.
Esta presión transforma la libertad de decir (o bromear) en un riesgo grave… y muy caro.
El anuncio de Campofrío 2018: una lección contra los límites imposibles
Campofrío lo verbaliza con valentía en su anuncio navideño, dirigido por Daniel Sánchez Arévalo. “Hoy en día hacer un chiste sale tan caro que es un lujo que muy pocos se pueden permitir”
¿Qué plantea el anuncio?
- Una “tienda de chistes” de lujo, con precios según su temática: bodas, funerales, etc.
- Humoristas como Silvia Abril, Antonio de la Torre, Belén Cuesta o David Broncano piden chistes, incluyendo los más “polémicos” (monarquía, exhumaciones, gitanos…)
- El mensaje final: “El humor debería ser un bien de primera necesidad, no un lujo”
La comedia no está aquí para complacer a todos. Están defendiendo la comedia como vital, sanadora y necesaria. Un recordatorio de que mostrar los límites sociales, incluso si incomoda, es parte fundamental de la convivencia.
Entonces… ¿por qué nos ofendemos tanto?
Porque vivimos en una cultura que confunde molestar con violentar. La sensibilidad extrema busca censurar antes de dialogar. “Me ofende” ha sustituido a “no estoy de acuerdo”.
¿El problema? Cuando el humor es vetado, queda relegado. Se convierte en algo solo para algunos, para los cautos o aprobados por el comité de indignados. Y eso es peligroso.
Somos humanos con sesgos
Aceptar que no encajamos con todos es un acto de autenticidad emocional. Dejar de caer bien, de agradar, es darle espacio a nuestra voz real.
Si te defraudamos: qué bien. Nos atrevemos a incomodar, a cuestionar, a provocar. No somos para todos. No somos croquetas de jamón.
¿Te unes al bando de los que están dispuestos a reír, dudar y debatir?
Si has leído hasta aquí, seguramente entiendes que hay cosas más importantes que ser populares. La clave es no huir del mundo por miedo a que algo “no te caiga bien”. Es compartir ideas con quien quiere escucharlas, y reír con quien valora ese gesto… aunque no sea políticamente correcto para todos.
Bienvenidos, reaccionarios, disruptores, libres. Si alguien se siente ofendido… que pida una croqueta.